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Trianear
El verbo es precioso: trianear. Se lo oí el Domingo de Ramos a Manuel Vizcaya, el capataz de La Estrella, en la entrada de la cofradía. Fue mi estreno de Domingo de Ramos: escuchar la certeza del orgullo con que Triana trianea. En el viejo estilo de la colla del muelle, como un homenaje póstumo a Manolo Bejarano o un recuerdo a Alfonso Borrero, Vizcaya le decía a su cuadrilla:
— Así trianean los pasos…
Los pasos y lo que no son los pasos. Triana, la verdad, trianea más que Sevilla sevillanea. El trianero es más orgulloso de lo suyo que el sevillano. Aunque el término esté por desgracia absolutamente desprestigiado por culpa del lagarto, lagarto de una jacha y una bicha, el trianero es más nacionalista de lo suyo que el sevillano. Triana es siempre la excepción que confirma la regla de Sevilla. Sevilla se miró en el río y salió ese sueño al que llamamos Triana. Todo lo que le falta a Sevilla lo tiene Triana. Sevilla no tiene mar, por eso Triana le puso el río. Sevilla no hizo la revolución industrial, por eso se pusieron a echar humo las chimeneas de los tejares. En Sevilla nunca mandó la burguesía, por eso Triana estuvo en manos de comerciantes e industriales. La ebotica de Aurelio (léase Urelio) en el Altozano tenía mucho de conspiración de una gloriosa revolución para declarar el cantón independiente, poner una barricada de avellanas verdes en Los Cuatro Cantillos y proclamar con un cañonazo de pescado frito desde la lancha de Peana: «Viva Triana con honra». A Triana le queda un nacionalismo sin fronteras que se afirma en cuanto pasa el puente o llega a la primera parada del autobús de Los Remedios. ¿De dónde es usted? De Triana. ¿Y eso donde está? En todos los centros de la Andalucía del mar, pero tierra adentro, barro adentro, forja adentro, almona adentro. Sólo con las ideas de su nación trianera muy claras puede el trianero, cada mañana, despedirse de su mujer como el que se va a la guerra o al finibusterre:
—Adiós, niña, que voy a Sevilla…
Las cofradías de Triana vienen a Sevilla. A trianear. Con lo lejos que está, El Cerro no viene a Sevilla. Pero La O, El Cachorro, La Esperanza, San Gonzalo, La Estrella, sí vienen a Sevilla. La Puerta de Triana sigue siendo la frontera, como si siempre fueran la primera que está cruzando el puente de barcas. Y vienen a enseñar. A derramar arte. Arte de Triana. Triana tiene unas coordenadas distintas para sus artes y sus artesanías. ¿Quién se atreve a definirlas? Todos sabemos qué es un torero de Triana. Todos sabemos qué es un cantaor de Triana. Todos sabemos qué es una cuadrilla de costaleros de Triana. A poco paladar que se tenga, se ve andar a un paso de Triana y avanza distinto al de Sevilla. Nada te digo si es un pasocristo. El Caballo le gana siempre a Pilatos en La Campana. Cuando una cuadrilla de Cristo de Sevilla quiere trabajar bien, no tiene más remedio que acordarse de Triana, el izquierdo por delante. Y cuando una banda de cornetas quiere sonar a los nuevos sonidos de Sevilla, tiene que acordarse de Triana. Julio Vera es un Brigada Rafael sin leyenda de San Bernardo y sin caballo, porque al trianero no le sirve el caballo para ir a pescar sábalos y albures.
Obsérvenlo esta Madrugada, cómo Sevilla entera trianea ya en sus cofradías. Para mí que hasta Pilatos, para trianear, lleva ahora una palangana de loza, que pintÓ un cartujano color de rosa.
El Recuadro
El Mundo de Andalucía, jueves 12 de abril del 2001
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